domingo, 28 de septiembre de 2008

Una nueva oportunidad

Una nueva oportunidad
Esta es la historia de un hombre, un hombre con un particular modo de vivir y pensar. Su nombre es Patricio Ronedi. Él vive en un barrio no muy conocido en la ciudad de Rosario. Sobre este personaje, se sabe que hay algo fundamental en la vida para él, el dinero; él no sabría qué hacer de su vida sin aquél. Por supuesto, por su egoísta forma de ser, es soltero, más que soltero, no conoce prácticamente a nadie.
Patricio es el dueño de una conocida empresa encargada de de fabricar materiales para la construcción, y ha estado trabajando allí durante toda su vida y es allí donde él pone todo su empeño y esfuerzo. Trabaja de lunes a viernes, mañana y tarde. Es muy autosuficiente y suele tener discusiones con compañeros de la empresa por culpa de su voracidad, una de las últimas fue la siguiente, y se presentó cuando un compañero de él le consultó:
- Compañero, te molestaría si te pidiese ayuda con esto que no logro entenderlo –.
A esto el egocéntrico hombre respondió, al mismo tiempo con una pregunta:
- ¿Es que acaso yo te pido ayuda cuando no logro comprender alguna cosa? –
- No, pero pensé que no tendrías problema en hacerlo – exclamó impactado.
- Lo lamento, cada uno se ocupa de lo suyo, ese es mi pensamiento – sostuvo Patricio.
Como ya fue dicho, estas discusiones se daban a menudo y cada día con un empleado distinto, pero por supuesto no le preocupaba en lo absoluto a Patricio, que seguía entendiendo que si en un lugar de trabajo contrataban a muchas personas, era para que cada uno se ocupe de su propia tarea, y no de ayudar a los demás.
Llegado el lunes, al igual que todos los días, este personaje se levanta de su cama, se dirige al baño para poder asearse y si lo requería peinarse, luego desayunaba lo indispensable y seguidamente se vestía para irse al trabajo. En el momento en que abre la puerta, un dolor indescriptible le atraviesa el pecho. Sentía como si alguien, sin él poderlo visto, le hubiese clavado un puñal con mucha bronca e ira. Inmediatamente grita con toda su alma en la solitaria calle donde vivía, hasta que por fin una mujer de buena edad, logra escucharlo para acudir a su ayuda. La mujer, sin pedirle ninguna explicación, llama urgente al hospital más cercano pidiendo asistencia médica.
Tirado en la camilla de la habitación ochenta y seis, se hallaba Patricio, siempre con la misma cara, una cara de plena amargura, una cara seria que la verdad, no expresa mucho. Cuando despertó, se encontró con que había a su izquierda un médico y a su derecha una joven enfermera. Por fin, el médico expresó:
- Es usted un hombre afortunado, pocas personas logran salir sanos y salvos cuando el órgano principal del sistema circulatorio bombea escaso líquido rojo al resto del organismo -.
Patricio puso una cara descontenta y confusa, como si no hubiese logrado captar del todo lo que el licenciado había dicho.
- Sí hombre, usted entró en paro cardíaco hace unas horas y ha podido restablecerse sin peligrosas complicaciones – explicó el doctor.
- Que extraño, soy un hombre de muy buena salud, incluso como muy sano – resaltó él.
- Señor, tenga en cuenta que esto también suele darse sin motivos en una persona de diez mil. Quien sabe porqué, le ha tocado a usted – relató el médico para su paciente.
Patricio, sin solicitar mayores explicaciones, pidió retirarse a su hogar. Fue autorizado para ello, y al rato de haber pagado la asistencia, ya estaba en su casa.
Ese día, se olvidó por completo del trabajo, y pudo entender una cosa que parecía que hasta ese entonces no había logrado asimilar. Pensó para sí mismo que cuando se muera, él no iba a poder llevarse toda su plata y enterrarla consigo, tampoco se la podría dejar a sus seres queridos, ya que no tenía a nadie. A partir de ahí empezó a reaccionar, comenzó a llegar tarde a veces a trabajo, incluso inasistió en algunas ocasiones y hasta se fue de vacaciones. Conoció a una mujer, de la que una vez conocida, él no quería dejarla ni por que le pagasen una suma millonaria. Aún no tiene hijos, quién sabe si los tendrá. Él sabe más que nadie, que nunca es tarde, nunca es tarde para nada, y cualquier persona tiene el derecho a darse, en cualquier momento de la vida, otra oportunidad.

Bruno Cabezas

1 comentario:

mariana dijo...

Bien, con moraleja. Hay cambios en la correlaciòn verbal. Cuidado con eso! Hay oraciones muy raras...
Bien. Respeta las consignas.
Mariana